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El polémico ciclo panegírico de Emilia Pérez

Rainer Tuñón C.

En el teatro clásico griego, panegyrikos es un elogio dedicado a un ser a quien se le agradece con respeto y admiración. En el filme Emilia Pérez, reflexionamos sobre el ciclo de vida y legado de su protagonista, un despiadado narcotraficante que recurre a procedimientos quirúrgicos para cambiar de sexo, que años más tarde emerge como una poderosa defensora de las víctimas de la violencia que criminales como él han desatado en México, buscando la redención.

Como ingenuos espectadores, al final, nos enfrentamos a una controversial interpretación de la realidad mexicana, mientras que en las redes sociales se ha suscitado una ardiente polémica en relación con esta película.

Por un lado, Emilia Pérez, largometraje francés de Jacques Audiard (Dheepan y Un profeta), inspirado en un capítulo del libro Écoute (2018) de Boris Razon, ha obtenido 13 nominaciones a los premios Oscar 2025, tras un recorrido exitoso por los más prestigiosos festivales de cine y premiaciones desde su estreno en Cannes. Allí, obtuvo el premio del jurado y el de mejor actriz, entregado de manera colectiva a su elenco femenino, incluyendo a la española Karla Sofía Gascón, reconocida como mujer trans.

Por otro lado, Emilia Pérez es un peculiar musical narco trans, definido como comedia en formato de ópera, dirigido por un cineasta francés que admitió no haber investigado profundamente la realidad social de México ni la perspectiva de su industria cinematográfica respecto al tema de la narco mafia predominante. Además, cuenta con un reparto internacional que ha sido cuestionado por la falta de sensibilidad cultural, piezas sonoras cuyas letras han generado la indignación de los puristas del género, y un discurso que perpetúa estereotipos dañinos sobre la cultura mexicana. Asimismo, su trama aborda de forma transgresora tópicos comunes del género, incomodando a ciertos sectores del país al cual rinde esta peculiar, aunque desigual, narrativa.

Si comparáramos a Emilia Pérez con otros musicales polémicos como Bailar en la Oscuridad de Lars Von Trier; Jesucristo Superestrella, de Norman Jewison; The Rocky Horror Picture Show, de Jim Sharman; o Hedwig and the Angry Inch, de John Cameron Mitchell, probablemente las críticas se centrarían en la calidad de las melodías y su desconexión con la historia que presenta. Sin embargo, dos de sus canciones fueron nominadas al Oscar como Mejor Canción del año. Pero, ¿cómo se relacionan las intenciones provocadoras de esta obra con el impacto disruptivo de alguna de estas cintas mencionadas?

A pesar de sus evidentes inconsistencias, Emilia Pérez logra destacar por exhibir una atrevida fantasía, pero ¿es eso suficiente para considerarla como la mejor película de este año? Sinceramente, no, aunque se reconocen méritos por su edición dinámica, con transiciones creativas, y fotografía vibrante que emplea colores saturados y encuadres estilizados, reforzando su teatralidad.

Del mismo modo, la dirección de Audiard, chanflona y ofensiva para algunos, oscila entre lo absurdo, lo trágico y lo espectacular, abriendo la puerta a la controvertida discusión sobre el cine como medio transgresor que genera diálogos intensos sobre las imperfecciones sociales.