Reportajes

“Pai, pai… no `toy”

Edmundo Dante Dolphy / La Verdad

-Papá, Eusebio quiere hablar con usted para saber si puede ser su apoderado- Déjame ver Alex, no me convence, esperemos ver otras peleas, le respondió Pancho.
La próxima cita en el ring era, ni más ni menos con el orgullo de México, Alfonso Zamora, verdugo e implacable cada vez que pisaba la lona del entarimado.

Panamá entero esperaba el combate  el 2 de abril de 1976. La magia de la televisión blanco y negro sin control remoto, seguía cautivando a la gente que esperaba ansiosa el inicio de las hostilidades, en un ambiente de camaradería, caracterizado por el consumo de ricas y refrescantes cervezas; HB, Balboa, Cristal, los que preferían su traguito fuerte le metían al Johnnie Black, Fundador, Cutty Sark y a la ginebra Gordon que era un boom en ese tiempo.

La pesadilla de  Zamora

El resultado del combate: Zamora ni se despeinó con el Alacrán y lo despedazó con un cañonazo de derecha a la mandíbula en el segundo asalto. El amigo Pedroza, cuan largo era, estaba tendido, con la mirada perdida y las piernas le temblaban; se incorpora pero el árbitro detiene el encuentro. Fue fulminante, como también fue fulminante el sólido golpe al hígado de todo un pueblo que esa noche lloró de impotencia, dada la rivalidad existente entre mexicanos y panameños en el deporte de las narices chatas.

Hubo luto en El Marañón, barrio donde nació y creció Nonono, -cariñosamente así le decían- aunque las probabilidades de triunfo en la plaza donde se realizó el encuentro –Baja california- preñada de mexicanos eran escandalosamente escasas, sumado a la talla del rival, la esperanza y su firme fe en Dios le decían que sí podía lograrlo. Lo que entendió esa noche aciaga, fue que para tocar la gloria tendría que atravesar un camino minado de adversidades para entonces erigirse en uno de los más grandes estilistas de Panamá y el mundo.

Cuando Pancho ve llegar a Alex que se encontraba en otro lugar viendo la pelea, le dice: -Te lo dije que era un bulto y no iba a perder mi plata con él- Alex prefirió guardar silencio y se retiró.

De  bulto a lo más  grande  del mundo

Resulta que el bulto se coronó Campeón Mundial de la Categoría Pluma con 19 defensas exitosas que lo condujeron de manera express al Salón de la Fama del boxeo mundial.
Recuerdo con nostalgia los años 1984 y 1985 cuando Juan Carlos Duque (q.e.p.d) jefe de Redacción en ese entonces, me contrató como reportero-redactor de La Estrella de Panamá. Mis primeras asignaciones fueron en el Cuarto de Urgencias del Hospital Santo Tomás, las que alternaba con mi búsqueda de noticias para la sección de nacionales.

Pero, el mundo del deporte me fascinaba y poco a poco iba deslizando mi silla al fondo de la redacción ubicada en el corregimiento de San Felipe. En ese fondo, en la esquina, se escuchaba el teclado de Ricardo Borbúa (q.e.p.d) encargado de las páginas de boxeo y del semanario Todo en Deportes, quien me dio la oportunidad de escribir en el semanario de referencia más completo del país.

Con mis incursiones en el gimnasio de El Marañón reforcé mi amistad con El Alacrán durante sus intensas rutinas de entrenamiento: soga, física, pera, guanteo. Con mi radiograbadora de cassette de 8 pulgadas, lo entrevistaba completamente sudado, ya fuera arriba del ring o, en ocasiones en los baños del gym, que expedían toda clase de olores y sudores de gente humilde que dejaba los estudios para abrazar una vida digna recibiendo trompadas.

Ya no me limitaba a ver al artista de la fistiana por la televisión, Johnny Duque recibía boletos para todas las funciones de boxeo que se realizaban en el gimnasio Nuevo Panamá y en el hotel El Panamá . Inicialmente me regalaba los de ring side para cubrir las peleas, hasta que los tiquetes venían con mi nombre y no jodía más a Johnny.

Todo un  catedrático

Eusebio Pedroza era un maestro, un estilista, un fantasma dentro del ring; con una recta poderosa y con constantes upper cot, ganchos y volados mortíferos, minaba a sus contrarios. Le hizo honor al apodo de El Alacrán, cuando de sus puños salían aguijones provistos de veneno suficientemente tóxico para destrozar al adversario.

Ver al Alacrán dentro de las cuerdas era extasiarse con una sinfonía de golpes que cautivaban al fanático y demolían al rival. Sus grandes defensas del título con Rocky Lockridge, Rubén “El Puas” Olivares, Juan Laporte, Bernard Taylor, demostraron la calidad de Nonono. Al igual que los aguerridos combates con Jorge “El Mocho” Luján y Héctor Carrasquilla, que hicieron vibrar el gimnasio Nuevo Panamá, hoy arena Roberto Durán. Detrás de Eusebio, dos grandes entrenadores que hoy no se ven, Lionel Hoyte y Matty Baby. Lo mejor de la época.

El Alacrán perdió su última pelea a 15 asaltos… una terrible enfermedad lo puso a dormir. Deja una huella indeleble en la historia del boxeo mundial.

Hasta luego al más Grande!

Fotos cortesía de La  Estrella de Panamá

 

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