Enfoque Global

Una  Venezuela  con  hambre

Por Mauricio Ramírez

La percepción fuera de las fronteras venezolanas es que el país, antes rico, puede estar ingresando en un “nuevo territorio” que incluye mayor escasez de alimentos, apagones y aumento a las restricciones de información por parte de las autoridades gubernamentales, según reseña el periódico estadounidense The New York Times, debido principalmente a “la crisis económica producto de la caída de los precios en el petróleo, los problemas en la generación de electricidad en las plantas hidroeléctricas y la falta de producción en el sector agrícola y manufacturero”.

Mientras tanto, dentro de su frontera, las largas colas que empiezan 10 horas antes de abiertos los locales donde expenden los alimentos, para poder adquirir dos o tres productos básicos para poder alimentarse, dan cuenta de una triste realidad de millones de venezolanos, que a pesar de estas penurias. El resultado, un rechazo a la escasez y el desabastecimiento de alimentos y medicinas y a la paupérrima respuesta por parte del Gobierno.

La encuesta Condiciones de Vida del Venezolano 2014, realizada por investigadores de las universidades Central de Venezuela (UCV), Simón Bolívar y Católica Andrés Bello, y divulgada hace poco, alertó precisamente acerca del desequilibrio del menú que se sirve en los hogares. “La alimentación se ha deteriorado en todos los estratos sociales”, sentencia Maritza Landaeta, de la Fundación Bengoa. La comida, no sólo de los más desfavorecidos sino también de quienes tienen más poder de compra, “se caracteriza principalmente por los alimentos que la red oficial pública está ofreciendo: arroz, harinas, grasas y azúcares. La disponibilidad de proteínas, que viene dada por el pollo y por la carne, es muy baja”, señala.

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Otro dato escalofriante es que al menos 11,3% de los venezolanos confiesa que sólo come dos o menos veces al día. Pero lo más grave es que no se trata de comidas de calidad, advierte Landaeta. “Por el contrario, a veces se trata simplemente de dos arepas sin relleno de proteínas”. En los estratos más pobres, el porcentaje de quienes no se alimentan 3 veces al día sube a 39%.

La cifra, en todo caso, contrasta con la que recoge el documento que el gobierno venezolano presentó ante el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, a finales de mayo. Allí sostiene que “95,4% de los venezolanos come tres y más veces al día”.

Por su parte, el director de la FAO en Venezuela, Marcelo Resende, en un artículo publicado en diciembre último, reseñó que en Venezuela “para 1990 existía 14.1 por ciento de personas subalimentadas. Hoy este porcentaje se encuentra por debajo del 5 por ciento”. Según el burócrata, actualmente la disponibilidad alimentaria permite consumir unas de 3026 calorías al día por persona (lo recomendado son 2000), lo que significa un aumento de 23 por ciento respecto al trienio 1990-92.

Pero como se evidenció, la realidad burocrática es muy distinta, ya que al observar otros balances presentados por la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro), la Federación Nacional de Ganaderos de Venezuela (Fedenaga), inclusive al revisar la propia Memoria y Cuenta de los Ministerios del Poder Popular de Agricultura Productiva y Tierras, y de Alimentación, se puede concluir que la caída en la producción como consecuencia de insistir en aplicar un modelo agrícola y económico ineficiente y fracasado es prácticamente generalizada en todos los rubros, por lo que el venezolano no tiene fácil el acceso a bienes de consumo.

Eufemismos aparte, se está en presencia de hambre, apunta la investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo de la UCV, Marianella Herrera, es decir, se come pero no se cubren los requerimientos del organismo. “Si eso ocurre en forma crónica trae consecuencias. En el caso de los niños, puede traducirse en retardo en el crecimiento, por ejemplo”, que incluso afecta su proceso cognitivo.

¿Cómo es posible que un país rico en petróleo no haya invertido hacia adentro y ahora escaseen los alimentos, la electricidad, el agua y hasta las medicinas? No hay respuesta lógica a esta pregunta, solo simple corrupción y mala gestión de un gobierno que no le importa destrozar su aparato productivo y ver que sus ciudadanos pasen hambre, con tal de imponer su nefasto socialismo. En tanto, ningún mandatario latinoamericano levanta su voz, sólo leen las cada vez menos noticias y se conforman con los barriles de petróleo que les tocan.

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