Urge una transformación social del país
Edmundo Dante Dolphy / La Verdad Panamá
El tejido social de la nación no resiste un estirón más porque se reventaría y, por ende, agudizaría el comportamiento ciudadano que hoy se sumerge en una crisis de valores, que tiende a seguir creciendo, inyectando más podredumbre y desinterés por revertir este cuadro sociológico.
Una juventud desorientada, presa de la tecnología, que la transporta a un mundo surrealista, repleto de tentaciones, entre ellas, el consumo de drogas y el poco interés por la educación le está pasando la factura a una generación que no podrá contar con las herramientas mínimas para enfrentar el futuro con firmeza.
Si a este dramático cuadro, le sumamos el cáncer de la corrupción en las instituciones del Estado, extendido a la clase empresarial, que en una relación concomitante, están ahogando al país en una profunda crisis, observamos entonces que se requiere de una transformación social, la cual debe iniciar en el seno de los hogares panameños.
La falta de respeto, la pérdida de la confianza y de credibilidad ciudadana en los gobernantes, es una señal que nos advierte de eventuales peligros muy propios de la democracia, cuando esta no es replicada en su fórmula más pura, que es la de mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos.
La ausencia de respuestas a los problemas sociales, el incumplimiento de las promesas y el uso poco transparente de los recursos del Estado, pueden conducir a un colapso que puede abrirle las puertas a un estallido social de consecuencias inimaginables. Casos como Ecuador y recientemente Chile con el incremento en el alza de la tarifa del Metro de Santiago, son ejemplos de pueblos que se cansan del atropello, la burla y el abandono de sus gobernantes.
Las reformas que se cocinan en la Asamblea Nacional no caminan en dirección a la brújula del poder ciudadano, ya observamos que los llamados “´padres de la patria” escurren el bulto al título relacionado con ese órgano del Estado debido a que no quieren desprenderse de sus prerrogativas y privilegios que le restriegan en la cara a los electores que los sentaron en sus respectivas curules.
Lo importante de las reformas no descansa en que finalmente se concreten, sino en que se cumpla el mandato de cada una de sus letras, que se robustezcan nuestras instituciones para que los actuales vicios que lesionan a la patria no sigan erosionando la fundación de un Estado que lucha contra enemigos internos y externos.
Que quede claro que unas reformas a la Constitución Nacional no resuelven los graves problemas de la población, son un paso importante dentro de un proceso de transformación, el cual debe ir paralelo a la estatura de su gobernante, a su formación política, a su acervo moral y a su humildad como servidor de sus conciudadanos.
Ya son muchas las decepciones de gobernantes con discursos vacíos, con líricas que se sostienen en pilares de barro por la dimensión de sus mentiras. Cuidado que un fallo más al corazón del pueblo puede resultar catastrófico.